Y
cada soldado de las tropas de Élite Acuna escondía sus sentimientos muy
adentro. Estaban ahora con sus hijos, en una buena cama de paja junto a la
esposa o con la amante, en un fuego acogedor con una cerveza fuerte…
Pero
ahora, habían dado la orden de marchar.
Habían
pasado muchas noches de cansancio extremo y de frío incesante… Ya no eran vehementes e impulsivos, como cuando noveles
retadores de las armas del enemigo. Vieron a muchos de sus compañeros caer, mutilados,
desangrados, con sus gritos perdidos en el aire…
Ahora
estaban curtidos. Parecían pesados y cansinos, pero esto escondía fuerza
reconcentrada y cálculo milimétrico en sus movimientos. No daban un paso en
falso y en un segundo salía la filuda espada como una serpiente ponzoñosa sobre
el cuello de algún rival, que se burlaba de sus mil cicatrices en todo el
cuerpo y que moría sin siquiera poder quitar la sonrisa de sus labios. En la batalla, se conocían unos a otro sin hablarse. Solo bastaba una mirada, un dedo en alto, para avanzar compactos, despiadados.
miércoles, 8 de julio de 2015
Por fin, he madurado. Antes el suicidio me provocaba un conflicto. Lo aborrecía, lo quería; me asustaba, me seducía. Por último, quedaba flotando una agridulce sensación autocompasiva, tal cual un cansino estribillo de alguna canción que alguna vez te gustó.
Ahora, el suicidio se me asoma tranquilo. Como una almohada con el dulce aroma del cabello materno, al final del día. Un descansar ya, que es hora.
Después de escuchar tantas veces el tremendo vals China hereje, hubo un momento en que me pregunté por qué en la tercera estrofa aparecían un perrito y una calandria tan fuera de contexto, aunque el cierre del ritmo sea muy bueno, impecable.
Aunque el «vaya al diablo» nos quiera decir que nada importa ya, ni siquiera saber del bendito perro y la calandria, «me entró» la curiosidad y me ocupé de averiguar el origen de este perro y la calandria endiablados.
Primero, escuchemos la letra de la canción (la original fue escrita por el uruguayo Juan Pedro López) en la versión más conocida por los limeños, cantada por los Romanceros Criollos:
Si te vas de mi lado china hereje,
para burlarte tal vez de mi desgracia,
tú no sabes, china boba, quién soy yo,
buen cantor, guitarrista y chupa caña.
Me duele el corazón con tal violencia
que arrancarlo de mi pecho yo quisiera
y llevarlo de la mano a tu presencia
y oprimirlo fuertemente hasta que muera.
Patrón, patrón, sirva Ud. más caña,
se me ha atracado un huesito en la garganta,
hace tiempo que vivo yo borracho,
vaya al diablo el perrito y la calandria.
(Hablado)
¿Para qué quieres saber si estoy sufriendo?,
¿para qué quieres saber el que te amo?,
tú no tienes sentimiento al cariño, mujer,
tú no tienes corazón, no vales nada.
Si la ves a mi chinita por el prado,
no le cuentes hermano mi desgracia,
ni tampoco le digas que he llorado,
como llora mi triste desventura.
Patrón, patrón, sirva Ud. más caña,
se me ha atracado un huesito en la garganta,
hace tiempo que vivo yo borracho,
vaya al diablo el perrito y la calandria.
Resolvamos la cuestión de la calandria, leyendo lo que dice el Diccionario de la Real Academia Española sobre esta palabra:
calandria1.
(Del lat. vulg. *calandria , y este del gr. χαράδριος).
1. f. Pájaro de la misma familia que la alondra, de dorso pardusco, vientre blanquecino, alas anchas, de unos 40 cm de envergadura y pico grande y grueso.
2. com. coloq. Persona que se finge enferma para tener vivienda y comida en un hospital.
calandria2.
(Etim. disc.).
1. f. Máquina compuesta de varios cilindros giratorios, calentados generalmente a vapor, que sirven para prensar y satinar ciertas telas o el papel. También se usa para planchar la ropa blanca.
2. f. Cilindro hueco de madera, giratorio alrededor de un eje horizontal, movido por el peso del hombre o los hombres que entran en él. Se emplea para levantar cosas pesadas, por medio de un torno.
Dadas las acepciones, era más coherente que la letra se esté refiriendo al pájaro y no a máquinas o personas. Más aún, sabiendo que la calandria es un ave que abunda en Argentina y Uruguay.
Otros errorcillos de la letra pueden encontrarse como el: «sentimiento al cariño» y «ni tampoco le digas que he llorado, como llora mi triste desventura [¿La triste desventura llora?]».
¿Y el perrito?
Gracias al internet, podemos retroceder en el tiempo y encontrar esto:
Carlos Gardel canta China hereje, en una versión grabada según la página http://www.todotango.com/english/las_obras/letra.aspx?idletra=2090 en 1923. En esta última web también hay una versión a escuchar (aunque menos clara) y una letra. La letra no coincide plenamente con la grabación, aunque induce a pensar que debe haber una versión con esa letra tal cual. La letra de la versión cantada por Gardel es esta:
Te fuiste de mi lado, china hereje,
pa' gozarte después de mi desgracia
y no ves, china amada, que yo soy
güen cantor, guitarrero y chupo caña
Jamás vas a saber que estoy sufriendo
pa' qué vas a saber,
si aquel que no ama
no tiene sentimientos pa'l cariño
no tiene corazón, ni sabe nada
Ni tampoco sabrás que hasta mi rancho
que ayer fue dulce nido es hoy tapera [casa abandonada]
que hasta el pobre perrito hubo llorado
lo mesmo que un cristiano por tu ausencia
Y la mesma calandria está tan triste
ella no canta como antes de mañana
parece que compriende que estoy solo
vaya al diablo con el perro y la calandria
Eche caña, patrón, écheme pronto
porque un hueso se ha clava'o en mi garganta
hace días que estoy hecho un borracho
perdóneme, patrón y eche más caña
Y no crea, señor, que estoy llorando
son pavadas, nomás, que siente el alma
es que a veces el hombre pierde el juicio
cuando ve que se muere una esperanza
Si la ven a mi china por el pago
no le cuenten, paisano, mi disgracia
que no quiero que sepa que he llora'o
lo mesmo que el perrito y la calandria
Ella nunca sabrá que yo la quise
con tuito el corazón y tuita mi alma
vale más que no sepa, últimamente
a ver, pronto, patrón y eche más caña
Aquí se develó el misterio. La letra original contaba una historia más larga y con más connotaciones, y donde tienen plena justificación «el perrito y la calandria». Y también se explicaba eso de «sentimiento al cariño» que era «pa'l cariño» y lo de «mi triste desventura» que fue una sustitución algo forzada para quitar (aquí sí) «el perrito y la calandria» Y eso de «¿para qué quieres saber el que te amo?», que parece ser un apuro del adaptador criollo.
Pero la segunda estrofa del vals peruano:
Me duele el corazón con tal violencia
que arrancarlo de mi pecho yo quisiera
y llevarlo de la mano a tu presencia
y oprimirlo fuertemente hasta que muera.
Al parecer, es plenamente original peruana pues no aparece en versiones extranjeras. Por ejemplo, podemos escuchar China hereje del ecuatoriano Luis Jaramillo:
O la del colombiano Óscar Agudelo:
lunes, 16 de julio de 2012
Tengo un cuaderno donde apunto todas las cosas que tengo que hacer con prioridad. Lo malo que leer el cuaderno difícilmente lo es.
[…] y cada una tenía en la cabeza un número que mudaba continuamente, mas, siendo todas iguales, no conseguía advertir si eran las ovejas las que cambiaban de número o eran los números los que cambiaban de oveja.
[…]
José Saramago. «Todos los nombres»
viernes, 16 de diciembre de 2011
A veces, el ser justo no coincide con lo que tú consideras ser bueno.
A veces puedo pasarme un buen tiempo buscando canciones que me gusten, que me sorprendan, que me emocionen. A veces dentro de esos a veces, lo logro. Encuentro alguna canción que me gusta mucho; me emociono y pongo la dicha canción, muchas, muchas más veces.
Hoy acabo de descubrir esta canción y me ha encantado:
—¿Qué cosa es el sublibello? —le pregunté a Baltasar Mecoya. Y él tiró una piedra pómez al fondo del río, y cuando esta volvió a salir me dijo:
—Mírela, mírela, mírela cómo se sublibella…
CORO:
Son tus perjúmenes, mujer
los que me sulibellan
los que me sulibellan.
Son tus perjúmenes, mujer
son tus perjúmenes, mujer
los que me sulibellan
los que me sulibellan.
Son tus perjúmenes, mujer.
—La primera en la frente —dijo Espiridión Pichinche— y aquí está:
Tus ojos…
Tus ojos son de colebrí,
¡ay! cómo me aleteyan
CORO:
¡Ay! cómo me aleteyan.
Tus ojos son de colebrí.
Son tus perjúmenes, mujer
los que me sulibellan
los que me sulibellan.
Son tus perjúmenes, mujer.
—No hay primera sin segunda —dijo Mincho Calandraca— y aquí está:
Tus labios…
Tus labios pétalos de flor
Cómo me soribellan
CORO:
Cómo me soribellan
Tus labios pétalos en flor.
Son tus perjúmenes, mujer
los que me sulibellan
los que me sulibellan.
Son tus perjúmenes, mujer.
—La tercera es la vencida —dijo Cástulo Huantique— y aquí está, venga:
Tus pechos…
Tus pechos cántaros de miel
Cómo reverbereyan
CORO:
Cómo reverbereyan.
Tus pechos cántaros de miel.
(¡Échale chile!)
Son tus perjúmenes, mujer
los que me sulibellan
los que me sulibellan.
Son tus perjúmenes, mujer.
—A la cuarta, ¡ni los bueyes! Así va pues:
Tu cuerpo…
Tu cuerpo chúcaro, mi bien
¡Ay! Cómo me almareya
CORO
Tu cuerpo chúcaro, mi bien
¡Ay! Cómo me almareya
(y siguen algunos guapeos y el coro principal).
Así también un interesantísimo estudio de Róger Matus Lazo a propósito del autor:
Y lo transcribo también no vaya a ser que se pierda el vínculo que ya no es tan raro que esto suceda.
El habla nicaragüense en la creación musical de Carlos Mejía Godoy
(Discurso de bienvenida, por su ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua como miembro correspondiente, a Carlos Mejía Godoy)
Róger Matus Lazo
FOTO: JORGE MEJIA PERALTA Carlos Mejía Godoy agradece su ingreso a la Academia Nicaragüense de la Lengua.
Aunque lo conocía de cerca por sus canciones que armaban alboroto en el corazón de las multitudes, no fue sino hasta 1975 cuando tuve trato personal con Carlos Mejía Godoy. Fue en mi pueblo natal, San Pedro de Lóvago, un pequeño paraíso de mujeres bellas y gente humilde y honrada, enclavado en el corazón de Chontales. Hasta allá llegó Carlos para entrevistarme sobre un tema que le sigue dando vueltas y revueltas en el guacal de la cabeza: el habla nicaragüense. Yo acababa de publicar mi primer libro sobre el habla del ganadero chontaleño y don Pablo Antonio Cuadra, a quien le había enviado un ejemplar, lo había dado a conocer con gran despliegue en La Prensa Literaria.
El interés de Carlos, sobre todo, era grabar para retransmitir en su programa dominical de Radio Corporación algunas “descripciones” del habla del ganadero chontaleño registradas en el libro; por ejemplo: “Cómo castrar un toro”, “Cómo escogen el nombre propio a una vaca”, “Una fiesta patronal”, “Una fierra”, “Un rodeo”, “Un caballo campisto”… Así pude disfrutar, pocos días después y en la propia voz de Carlos, las expresiones espontáneas del chontaleño que adquirían con el tono y la picardía del cantautor toda la fuerza y la expresividad del habla de aquellas gentes.
Dice un lingüista sueco, Bertil Malmberg, que la lengua es la persona. No se puede conocer a la persona si no se conoce su lengua. Por eso, muchos investigadores del habla nicaragüense --nacionales y extranjeros-- han realizado importantes estudios sobre nuestra manera de decir las cosas como las decimos y como mejor nos parece que las decimos, es decir, con las palabras y expresiones que nos sirven mejor para expresar y sobre todo representar una realidad que está en lucha con el hombre y con la vida.
En Nicaragua, muchos estudiosos de nuestra habla han incursionado en investigaciones varias, desde Juan Eligio de la Rocha (1859) – el primer investigador de nuestras lenguas indígenas y el primer gramático nicaragüense- hasta la doctora María Auxiliadora Rosales Solís con su Atlas lingüístico (2008), una obra pionera que describe científicamente cómo pronunciamos el español en Nicaragua.
Y hay también escritores –poetas y sobre todo narradores- que no estudian la lengua como expresión viva de una colectividad, sino que se imponen la faena de escribir sus obras en las que tratan de recrear hechos y vivencias del pueblo, poniendo en boca de sus personajes esa habla y esa manera de ser que los identifica y define en sus costumbres y creencias y valores.
Porque no hay que olvidar que la cultura popular ha sido la base del resto de nuestra cultura, y que ha sido la gente de los pueblos, a pesar de esa condición de iletradas con que se les suele etiquetar, las que se han afanado en conservar todo ese patrimonio en su memoria y se han encargado de pasarlo de boca en boca, de generación en generación, hasta entregarnos con sus modos de vida, sus costumbres y su lengua un verdadero acervo cultural.
Es evidente que las canciones no son lo mismo que la literatura. Los modos de recepción y la naturaleza misma de ambos discursos son diferentes. El ámbito cultural en el que se inscriben es, asimismo, distinto. Modernos estudios consideran la canción popular como un vehículo importantísimo de cultura, cuyo análisis permite arrojar luces acerca de fenómenos identitarios, psicosociales, políticos, antropológicos, estéticos y lingüísticos de la sociedad en que surgen. En el cancionero es posible encontrar fragmentos alternativos de historia cotidiana, identificar elementos significativos del imaginario colectivo, y hasta rescatar textos y expresiones populares.
Éste es el aspecto que nos interesa por ahora destacar en Carlos Mejía Godoy: el habla nicaragüense en su creación musical. Porque, consciente de la importancia y valor del uso del habla del pueblo, Carlos recurre a este expediente insustituible para exteriorizar las interioridades de una colectividad, poniendo en boca de sus personajes el habla descarnada de nuestro pueblo, que aprende la lengua a su modo: afirma sus gustos y preferencias, selecciona según su criterio y recurre a las formas que mejor se acomodan a sus posibilidades expresivas. Rasgos de una oralidad que, lejos de censurarse con criterios normativos, merece todo el respeto como expresión auténtica de una cultura, la cultura popular.
“Quiero empezar explicando que no soy filólogo, ni erudito en cosas de la lengua”, nos cuenta Carlos. “Simplemente, soy un profundo enamorado del habla popular nicaragüense”, continúa. Y luego, como quien no quiere la cosa, agrega: “Y a lo único que me he atrevido es a insertar en los versos de mis canciones: palabras, modismos, refranes… es decir toda la magia verbal que he recogido en estos treinta y cinco años de trova y juglería popular a lo largo y ancho de mi Nicaragua”.
Una declaración de principios que tiene su razón de ser en una fecunda y versátil creación musical, un recorrido asombroso todavía no superado por ninguno de nuestros mejores compositores: desde “Alforja campesina”, el son nica inaugural y su primer galardón artístico en el Colegio “Calasanz”, cuando apenas frisaba los dieciocho años, hasta la más reciente composición “La Nicaragua linda”, una balada inédita que se junta con el son nica. Pero entre una y otra, hay más de cuarenta años de prodigio musical; porque valses, polkas, corridos, pasillos, rancheras, habaneras, mazurcas, sones de pascua, sones de toros y muchos otros ritmos han recorrido los caminos de Nicaragua y el mundo, y han entrado en los hogares y han llenado las calles y parques, y han remontado el vuelo de la gloria.
Sus personajes - reales o inventados - lo atestiguan, sobre todo aquellos a quienes pinta y repinta con el color de la tierra y los menciona con designaciones cariñosas, eufemísticas o afectivas: La Maruca, Lencho y Mincho (en Navidad en Libertad), la Tula Cuecho, Tata Bucho, Chinto Jiñocuago, Panchito Escombros y Quincho Barrilete (en las canciones homónimas), Mingo (en María de los Guardias), Chu Zabaleta y la Colacha (en La guitarra y la mujer), Chepe Pavón (en El Cristo de Palacagüina), Pancho Cajina y La Pilucha Bonilla (en Panchito Escombros), Licho Mondragón (en La quebradita), la Tencha Alanís y la María Teté (en Antojitos nicaragüenses), Chepe Salmerón y Mundo Sandoval (en Comadre, téngame al niño), Chico Toval (en Que viva Managua), Mercho Moraga y la Nacha Bustillo (en El chiripazo), la Conchita Pravia (en Cuando la Marucha llegó al Cielo), don Nelo (en La hacienda de don Nelo), Chente Urroz (en Fulgencio el Carretero) y la Moncha (en Beatriz la meretriz).
Su doble vertiente artística --la culta y la popular-- se funden en un solo canto, pero con la lengua del pueblo, que es la que ha aprendido de las gentes de todos los caminos de Nicaragua y es también su lengua habitual y su auténtico modo de decir. Pero su garganta, que se nutre de esos hallazgos espontáneos del habla nicaragüense, prefiere primero partir de la raíz, de la voz indígena. Porque la lengua materna de la primera generación de mestizos era la materna, la lengua madre –la de la madre- la lengua de sus madres, la madre indígena, la lengua indígena. Así encontramos en las canciones de Carlos voces del maya (como chele), del ulwa (como cavanga) y del mangue (como ñeque).
Pero es el náhuatl su verdadera fuente nutriz. Y la primera palabra que anotamos es pepenar, un verbo que los conquistadores se apuraron por aprender para poder designar la acción de recoger frutos y cosas menudas; los adjetivos alaste, celeque, chingo y jayán, esa voz que compartimos con los salvadoreños; y sobre todo los sustantivos huacal, cotona, comal, molote, chinamo, pinol, jilinjoche, maritates, tayacán, talalate, pacha, chigüín, una chicharra llamada chiquirín y tapesco, ese vocablo que aparece muy bien plantado en el hijo adoptivo de la Carmen Aseada:
Por Cristo que sos mi mamita y esto de agorita no puede salir
Acostate hijo en el tapesco tranquilo y el resto dejámelo a mí (La Carmen Aseada)
No hay lengua que tenga voces para todo y por eso Carlos recurre al préstamo lingüístico para llenar una necesidad idiomática o matizar semánticamente un vocablo como este que empleamos a cada rato y que tiene su lugar en La Tula Cuecho:
Si está inspirada de una sentada/Destruye la honra del más haylaif (La Tula Cuecho)
O voces del deporte como tubey y jonrón, peleas como clinche, la metiche Gringolandia, el chequearse que decimos desde que amanece, el omnipresente cachimberboy y estos dos en Beatriz la Meretriz:
Will Potoy, Miami-boy/Acaba de venir de la Yunai (Beatriz la Meretriz)
Otro recurso importante de Carlos es el empleo de palabras anticuadas en lugar de otras de uso contemporáneo. Son arcaísmos que reviven usos desaparecidos de la lengua común, para lograr efectos de enriquecimiento lexical o describir ambientes rurales o recrear épocas pasadas o caracterizar personajes populares:
Venía cantando/No sé qué tonada cuando yo la vide (Cuando yo la vide)
O el adverbio agora, en lugar de ahora:
Por Cristo que sos mi mamita y esto de agorita no puede salir (La Carmen Aseada)
O el adverbio enantes, en lugar de antes:
Enantes perdí la inocencia/Por las inquirencias del teniente Cosme (María de los guardias)
Figuran también americanismos de uso corriente en el habla popular nicaragüense como ruletero, macanudo, chúcaro y tata; y centroamericanismos como fajarse, guaro, bolo, caite y este bayunco de la Tula Cuecho:
…que tenés la maña de hacerle caritas a cualquier bayunco… (La Tula Cuecho)
Y no faltan voces ya muy poco empleadas como descoger; o palabras que van desapareciendo como alistado y carrilera; o términos del malespín como pofi; u onomatopeyas como la expresiva rifi-rafa; o vocablos que designan defectos o imperfecciones como ñajo, chueco y estos tres que van en fila:
Así pispireto, mancuncho y corneto/Me quiero casar (Antojitos nicaragüenses)
El lenguaje --como la vida misma-- está constantemente haciéndose y rehaciéndose en un proceso dinámico de renovación y cambio.
Porque una lengua no es algo ya hecho, un producto estático y acabado, sino un conjunto de “modos de hacer”. Y es que los hablantes, en su enfrentamiento con la realidad cotidiana, requieren a veces designar objetos, hechos, etc. Es decir, “realidades” que necesitan ser designadas porque son nuevas o porque se han ido matizando de nuevas significaciones De modo que no sólo la creación de nuevas cosas da lugar a nuevas palabras, sino que también el surgimiento de nuevas necesidades expresivas entre los hablantes, quienes colorean las mismas palabras existentes en la lengua con matices generalmente cargados de afectividad, que es –como afirma Vicente García de Diego- “creadora y rectora del lenguaje y de la vida”.
El cambio que experimenta un término es, como afirma Dubois, “la característica más importante del lenguaje”. Y el nicaragüense, como sabemos, es un gran creador de palabras y expresiones urgido siempre de nuevos significados, y un especialista en resemantizar vocablos y ampliar los sentidos para ajustar matices y recrear posibilidades expresivas; un recurso lógico y utilísimo en la lengua como instrumento de comunicación en toda la extensión del dominio lingüístico, y un procedimiento eficaz para su enriquecimiento y desarrollo.
Por eso nos llama la atención el empleo de voces con un nuevo contenido semántico como chiripa, que hemos usado como un golpe de suerte y que nuestro cantautor le asigna un nuevo significado. Y todo porque la Juana María salió embarazada por pura chiripa. Oigamos a Carlos:
Ya está con achaques y con vascas secas la Juana María
Ya tiene pelones los mangos celeques y los marañones
Desde que le viene creciendo y creciendo la enorme chiripa (El chiripazo)
Encalichado es un adjetivo, a nuestro entender, que tiene dos acepciones: uno, que anda con algunos tragos entre pecho y espalda, y dos, rellenos de los enladrillados. De aquí toma Carlos la base para el nuevo significado que emplea en la “Comunión”, de la Misa Campesina:
Los pescaditos del lago/Nos quieren acompañar/Y brincan a todos lados/Como encalichados/de fraternidad (Comunión de la Misa Campesina)
La lengua culta responde más al criterio de unidad hispánica, y se somete con mayor disciplina a las normas que aseguran esa unidad. Pero la lengua popular y familiar tiene un color local y es más vivaz y espontánea, pero sobre todo viva y por eso afectiva: está íntimamente ligada a nuestras emociones y voliciones, ansiedades y temores. ¿Cómo Carlos recoge del pueblo esas emociones y las expresa en su canto? Oigámoslo en Cuando yo la vide:
Todo tembeleque/Vi de refilón su linda pantorrilla/Quedé cecereque/Con el movimiento de su rabadilla.
Y es que para expresar los hechos, muchas veces deforma las ideas y las palabras para acomodarlas a sus propias necesidades de expresión:
Cuando yo la vide Dios mío qué embrollo/Sentía el pellejo como carne-pollo
Y Carlos recurre a la exageración, una característica del hablante nicaragüense, en un afán de impresionar al interlocutor, de impactar su sensibilidad, de encender su imaginación como impulso creador de nuestra lengua:
Al tenerla cerca me puse zurumbo/Palabra de honor que se me jueron los pulsos.
El susto, la sorpresa, el miedo, la ternura... los distintos estados de ánimo suelen reflejarse en el lenguaje, con los casi infinitos matices de la entonación, la gradación vocálica y la repetición de palabras y frases:
Yo quise decirle:/Te llevo morena a los santos altares/Pero fue imposible/Pues me charchaleaban todos los hijares/. (Cuando yo la vide)
Después del terremoto de 1972, Carlos Mejía Godoy fundó el “Taller de Sonido Popular” junto con Humberto Quintanilla, Milciades Herrera, Enrique Duarte, Silvio Linarte y Pablo Martínez Téllez (El Guadalupano); luego, se integró a las “Brigada de Salvación del Canto Nacional”, en un esfuerzo por el rescate interpretativo de muchas piezas folclóricas, una de las aportaciones más importantes –como afirma Jorge Eduardo Arellano- de la extraordinaria labor musical de Carlos Mejía Godoy, “el más fecundo de los compositores nicaragüenses durante la segunda mitad del siglo XX y nuestro cantautor de mayor proyección popular e internacional”.
De esa época data una de las mejores canciones de nuestro folclor, por su carácter anónimo, tradicional y espontáneo. Nos referimos a Son tus perjúmenes, mujer, rescatada por “Los Bisturices Armónicos”, ese grupo musical que integraron tres prestigiados médicos: César A. Ramírez Fajardo, César Zepeda Monterrey y Wilfredo Álvarez. Pero fue con Carlos con quien la pieza adquirió verdadera difusión nacional e internacional. Así supieron en España lo que es el soripello y el sulivello:
Tus labios, tus labios pétalos en jlor,/Como me soripellan (Son tus perjúmenes mujer)
Son tus perjúmenes mujer,/Los que me sulivellan (Son tus perjúmenes mujer)
Ángel Rosenblat nos recuerda que Rufino José Cuervo (1844-1911) señalaba en Bogotá el término perfumen y que encontró en una edición española de 1704 el plural perfúmenes. Nuestros campesinos dicen perjúmenes. Se trata de un cambio de sonido “f” por “j”, fenómeno común en el habla popular de Nicaragua, como el adjetivo juerano (foráneo), el adverbio ajuera (afuera) o el verbo ajueriar, que no es otra cosa que ir a hacer las necesidades fisiológicas en una burra de monte o detrás de unas matas de chagüite.
Pero esto de perjúmenes se me parece un poco a infórmenes, que se documenta también en otros países hispanoamericanos, como Venezuela. Rosenblat, en sus Estudios sobre el habla de Venezuela, nos refiere una anécdota. Resulta que a un poeta humorístico de fines del siglo XIX, Alejandro Romanece, lo acusaban de ser autor de una hoja anónima. El Gobernador de Carabobo lo convocó a su despacho:
-Tengo infórmenes de que usted escribió el anónimo.
-Esos son chísmenes, General.
Resulta agotadora la tarea de inventariar todos los nicaragüensismos y aquí nos limitaremos solamente a mencionar el sustantivo rafaila:
Batime un pinol Micaila /Porque a vos te gusta /Mover la rafaila (Batiendo pinol)
El verbo carriliar:
Por pura chiripa sin querer queriendo la fui carriliando (El chiripazo)
Y el adjetivo timbuco:
La Carmen cuidaba al timbuco / le daba bejucos y raíces de amor /Quería que el chigüín la amara/ cuando él arrimara/ a los quince de edad (La Carmen Aseada)
Para mencionarlas y sobre todo distinguirlas, el ganadero chontaleño acostumbra poner a sus vacas un nombre propio. Y para ello, cuenta con varios recursos. Cuando la vaca pare por primera vez, la conducen al corral con la cría y allí la “bautizan”, como dicen ellos. El nombre va a responder o a reflejar una característica sobresaliente en la res: La Bondadosa (si es mansa), La Cucaracha (si es baja), La Frontina (si tiene una manchita blanca en la frente), La Cabra (si tiene los cuernos hacia arriba), etc. Pero oigamos los nombres de las vacas de la hacienda de don Nelo:
La Blanca Reina, La Negra Lora, La Hermosa Dama, La Guitarrona, La Nagua Chinga, La Cachito Izquierdo, La Come Guangoche, La Revienta Pial, La Tres Pedos, La Calzón Flojo, La Güegüenchona, La Culo Loco, La que Hace Jí, La Siete Pañuelos, La Pasaste a Creer, La Sentate Bien y La Volveme a Ver de Lado. (La hacienda de don Nelo)
Se necesita, como dicen los campistos chontaleños, ser caballo juelguero para tener tanto juelgo en el pecho retenido. Por eso, esta noche – y con la humildad que me caracteriza- quiero decirles a todos ustedes que no es que me importe:
“… meterme en tu vida, pero me di cuenta que ya la barriga te viene creciendo desde que Rosendo te jugó maraña, que tenés la maña de hacerle caritas a cualquier bayunco y que hasta el cusuco de la sastrería te hizo ya el mandado hace varios días, que sos la más zángana de Zaragoza, que me parta un rayo si es falsa la cosa, pues me han confirmado que sos pispireta, que tenés dos niños de Chico Chancleta, que a don Seferino le robaste un radio, que fuiste mujer de Lorenzo y Eladio y mejor no sigo mencionando jaños, pues la agitación sólo produce daño y con esto basta para todo el año.” (La Tula Cuecho)
Bienvenido, Carlos, a esta Casa que lo recibe con honores. Recibamos, amigas y amigos, a este “trovador moderno –como dice nuestro Director - que hoy continúa vivo y constituye uno de los baluartes humanos de nuestra identidad”.
Muchas gracias.
Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, 19 de enero de 2009.
Me dijo: «hazme un hijo». Yo le dije: «No sé»; «ja, que no sabes qué», me volvió a decir... «Hijos, no sé de hijos», respondí; «¿No has sido tú uno?», me insistió. «Lo siento, no sé tampoco de padres». «Hazme un hijo —repitió—, yo te enseñaré. Soy la mayor de 8 hermanos, he tenido hijos desde que tenía seis años y mi mamá se iba a trabajar». Me quedé callado. Ella se levanta de la cama. Creí ver que le brotaba una lágrima cuando se miró al espejo. Pero no, ella nunca lloraba. Al fin sale del cuarto, sabiendo que ya no volveríamos a encontrarnos más.
Para muchas personas y culturas el café significa un disfrute único: desde tomar a solas un café puro, hasta los momentos en que se sirve cuando uno está en grata compañía o en una cargada reunión de negocios.
Todo empezó, dice una leyenda, cuando un pastor etíope (en la provincia de Kafa) descubrió que sus cabras tenían mayor vitalidad cuando consumían unos frutos rojos que colgaban de un arbusto. Llevó estas semillas a un abad, quien empezó por hervir las semillas y probar en sí mismo sus efectos. Como la bebida resultante era de muy mal sabor tiró los restos a una hoguera, donde quedaron algunos granos, que mientras se quemaban empezaron a despedir un agradable aroma. No pasó mucho tiempo para que empezaran a tostar el café y descubrir su sabor e influjo en el ánimo. Maravilloso, inmortal y sublime instante en que el primer humano tomó el primer sorbo de café… desde aquel infinito segundo, se determinó el destino universal de esta bebida.
Se documenta que llegó en 1600 a Europa, y en 1689 a América, donde fue recibido y adoptado con entusiasmo. En 1727, se estableció la primera plantación en Brasil. En 1785, el café hizo su aparición en Colombia, donde su explotación ha llegado a constituir una de sus más importantes actividades económicas. En Costa Rica, España, Portugal y Río de la Plata es frecuente el consumo de café torrado o torrefacto (tostado con azúcar).
Un café de alta calidad exige que desde la siembra hasta su consumo, se sigan exigentes controles de calidad: en la recolección, el secado, la selección, el pilado, el tostado, incluso en la molienda. Un buen café, considerado como tal en el mundo se denomina café gourmet y significa que ha sido producido, no solo con altos estándares en todos sus pasos sino que lleva implícita una garantía en su sabor.
Existen casi tantas formas de preparar esta bebida como consumidores, y a ellos va dedicado este libro… para preparar este maravilloso regalo de Dios.
Horas para tomar café
En la mañana para empezar el día renovados y con energía mental.
En la tarde para analizar los logros que se van obteniendo.
En la noche para refrescar los pensamientos y proyectar un mañana mejor…
Y, además, a cualquier hora que el espíritu, la situación o la sensualidad lo exija.
Hoy escuchando radio,pasé por el 96.1 de Frecuencia Modulada y encontré una programación tipo Radio Felicidad, y no pasó 20 segundos y escuché una cuña que decía «Exitosa».
Pues eso, ¿qué pasó con radio Miraflores? Pues me voy enterando que la radio murió.
«Programa 'Salsa y Timba' recibe premio internacional por su 13 aniversario Por: richard morris
El conductor del programa radial “Salsa y timba” emitido por Radio Miraflores y conducido por Richard Morris, señaló que su programa respeta todos los gustos musicales de la gente y que da la bienvenida a todos los fanáticos del son, la salsa, la cumbia y la timba en general.»
La noticia es de hoy. ¿Existe el programa y ya no la radio?, ¿Cómo es que el redactor de la noticia es el mismo que dirige el programa premiado? No entiendoooo.
Actualización: he visitado la página web de radio Miraflores y sigue activa. Hay un enlace para escuchar la radio en vivo por Internet. He hecho clic y se escucha una programación basada en boleros. Dice que están en los 1250 de Amplitud Modulada. ¿ahí estará Salsa y Timba?
En simple gastronomía, antepuesto el adjetivo, la frase nominal resultante se utiliza para minimizar a su núcleo. Como cuando un adolescente le dice a su padre abogado o ingeniero que quiere estudiar «para ser chef (¿gastrónomo?)»:
—Eso no es una ciencia —diría, colérico, el papá—. ¡Cómo vas a comparar la administración de empresas con la simple gastronomía!
Pues yo no podría ser tan tajante cuando existe la gastronomía molecular y, entre otros, Ferran Adrià, considerado por muchos como el mejor chef del mundo (¿por qué no es el mejor «gastrónomo»?).
Así que adolescentes del mundo si su sueño es estudiar gastronomía apréndanse bien el argumento de lo molecular y puede ser que su papa, médico o arquitecto, se quede sin respuestas inmediatas y aprovechan para sacarle el dinero e inscribirse en algún curso de esos.
Primera conclusión: de simple la gastronomía, nada.
2.
Si vamos al DRAE y vemos el significado de gastronomía, encontramos:
gastronomía.
(Del gr. γαστρονομία).
1. f. Arte de preparar una buena comida.
2. f. Afición a comer regaladamente.
Podríamos llegar a la conclusión de que la primera definición académica queda un poco corta o insuficiente para los niveles de perfeccionamiento y de complicadas preparaciones culinarias existentes en el mundo. Esto de preparar una «buena» comida es tan difuso, como que alguien pueda considerar «bueno» comer carne humana y estrictamente hablando nadie le podría refutar desde cualquier «gastronomía», que publique un recetario sobre cómo preparar, digamos, muslos de humana tierna (ya sé que esto es una cuestión ética, pero de ética no estoy hablando…).
En la segunda opción luego de disgregar el significado de regaladamente, nos quedamos con algunas acepciones:
2. m. Gusto o complacencia que se recibe.
3. m. Comida o bebida delicada y exquisita.
delicadeza.
(De delicadez).
1. f. finura.
2. f. Atención y exquisito miramiento con las personas o las cosas, en las obras o en las palabras.
4. f. escrupulosidad.
fino, na.
(De fin, término).
1. adj. Delicado y de buena calidad en su especie.
9. adj. Que hace las cosas con primor y oportunidad.
escrupulosidad.
(Del lat. scrupolosĭtas, -ātis).
1. f. Exactitud en el examen y averiguación de las cosas y en el estricto cumplimiento de lo que alguien emprende o toma a su cargo.
Así que según el ente académico la afición a comer regaladamente es, forzando algunas coherencias, comer con finura, escrupulosidad, haciendo las cosas con primor y oportunidad, además de usar alimentos superiores en calidad. Mejor lo afirma la Wikipedia («¡Cómo, otra vez! Esto no tiene ninguna rigurosidad», diría Charlie Ley, destacado antropólogo y amigo) y se acerque más a lo que la gente y los cultores mismos asumen de la gastronomía:
«La Gastronomía es el estudio de la relación del hombre, entre su alimentación y su medio ambiente (entorno).
» Gastrónomo es la persona que se ocupa de esta ciencia. A menudo se piensa erróneamente que el término gastronomía únicamente tiene relación con el arte culinario y la cubertería en torno a una mesa. Sin embargo esta es una pequeña parte del campo de estudio de dicha disciplina: no siempre se puede afirmar que un cocinero es un gastrónomo. La gastronomía estudia varios componentes culturales tomando como eje central la comida».
Ajá, tenemos aquí una distinción entre gastronomía y arte culinario, fuera de que ya nos alejamos del DRAE (como siempre nos sucede cuando ahondamos en cualquier criterio). Habría que ver qué aspectos culturales son los que precisamente ve un gastrónomo y si todo gastrónomo considerado como tal sabe lo que según esta definición debe saber. Para más señas, continuemos con la Wikipedia para enterarnos sobre los aspectos que debe dominar el gastrónomo («Esto es inaudito, Ferny, no puedes aspirar a nada, basándote en la Wikipedia»):
«Es por todo aquello, que existen estudios de gastronomía, los cuales se ven reflejados en diversa literatura. Y es que en la gastronomía, uno puede ver una gran gama de elementos o materias, las cuales confluyen dentro del término. Podemos señalar a la historia, la sociología, la antropología, diversas artes, el estudio de los alimentos por parte de la agronomía, etc. Todos elementos o materias presentes en la cultura arraigada de una nación. La cual, con el paso de los siglos, va dando forma a la gastronomía típica de aquel país o región.»
Segundo ajá, así que no todo cocinero o chef es un gastrónomo. Mmmm. Sobre esta base de tener que saber desde historia, geografía, antropología y demás, creo gastrónomos habría muy poquitos…
Pero bueno, sigamos en lo mío. Ya que la gastronomía es alambicada, bueno, digamos profunda, desde su concepción, sería algo paradójico postular que exista una gastronomía simple. Quizás mencionar la gastronomía minimalista cuando dice:
«Lo llaman gastronomía minimalista.
El chef Jesús Rojas explica que esta es una tendencia que aplica las figuras geométricas (cuadrados, rectángulos, círculos) a la comida. Usa lo simple, también juega con los colores negro y blanco. "La arquitectura del menú llega a la cocina, pero no aleja la sofisticación del plato", señala Rojas. De esta manera, la comida y la arquitectura se complementan en la gastronomía.
La corriente viene de la novelle cuisine, de Francia, con el chef Adrián Ferrán [¿quién es este?, ¿no será un afrancesado Ferrán Adrià? ¡Ay!, estos de EFE, ya no son los que eran] a la cabeza. Pregona la experimentación de los sabores y el juego continuo de texturas. Pero —dice Rojas— sin perder la armonía del plato, juegas con lo salado, lo cítrico, los caramelos, las alturas y las líneas.»
Pero para lo poco o mínimo no entra en consideración la preparación compleja que pueda estar detrás. Así que por aquí simple tampoco.
3
Entonces, por ahora, abandonaremos conceptualmente la ocurrencia de una gastronomía que pueda ser simple, y para el propósito de lo que escribo (aunque no lo crean si hay uno) quizás no me queda más que ir por el lado del «arte culinario» si quiero seguir a mi despreocupada amiga Wiki y decir, por fin:
Que cocer veinte papas andinas variadas, y servirlas así sea sobre el mantel y COMER una tras otra las diferentes variedades, solas o acompañadas con una salsa de ají amarillo, o con salsa de rocoto, o acompañadas solo de queso serrano, o acompañadas con huevo o con huacatay, o, por último, acompañadas con lo que tu imaginación quiera (pero sin importarte ni un poquito la historia de desarrollo genético ancestral papal, como tampoco el uso y difusión que esta haya tenido culturalmente en las sociedades prehispánicas) desde mi humilde posición de humano comedor no gastrónomo, ni gourmet, es un PLACER digno de los dioses, si estos alguna vez necesitaron de calorías.
(Tanta vaina has escrito para llegar a decir que comer algo tan SIMPLE como papas andinas sancochadas es un LUJO y que por qué no ves a muchos gastrónomos o gourmets probando la inmensa pero inmensa variedad de papas ayacuchanas, andahuaylinas, huancavelicanas, tarmeñas y más; y, además, por qué en los restaurantes de esos caros no se ofrece, por ejemplo, como entremés, las tan mentadas papas).
Así es, y decir lo mismo de otros tantos productos y variedades nacidos de una única evolución terrenal.
Pero, vamos si aquicito no más en la franja costera en que vivo nadie ha podido hacer crecer una buena papa amarilla ni un choclo que se compare con el sabor del terruño andino, menos podrá hacerse con las papas en Norteamérica. Quizás en un par de historias universales más pueda la papa norteamericana tener el sabor de una papita con queso serranos.
Y la pregunta también queda suelta: si Dan Barder privilegia las formas de siembra y de cosecha, y por eso lo premian, ¿eso es gastronomía?, ¿arte culinario?, ¿el mejor chef por ser el mejor criador u horticultor?
Bueno, por lo visto, sospecho que hay una vieja gastronomía pesada y petulante llena de mañas y otra emergente, propia de estos días posmodernos y neoneardentalensis que no sabe dónde está sus límites.
Igual, sea así o asá, no me afecta en nada, pero eso sí cuando vayan a cualquier parte de la sierra sudamericana busquen papitas locales sancochadas...
Nota del autor: Me reservo el derecho de rehacer en parte o totalmente este artículo sobre la base de nuevas lecturas o de alguna bibliografía seria al respecto (te quiero mucho Wiki, pero debes reconocer que tienes más contradicciones que la Biblia). Acepto donaciones y ¡gracias, virtualidad! que me permites estos excesos.
Soy un lector de El Bocón, un diario deportivo. Se puede hablar de tantas cosas de un periódico. Si su línea editorial es ética, si se dedican a levantar falsos testimonios, si son mercenarios, si pagan poco o decentemente a sus redactores, si respetan la cadena de producción editorial que todo medio que trabaje con un «texto» debe tener. Y de tantas cosas. Pero hoy solo voy a circunscribirme al trabajo de corrección. Al parecer, en El Bocón o no hay correctores o hay alguno muy malo. Entre las varias erratas que se pueden detectar cada día, voy a poner la más graciosa de hoy. En algún lado me dijeron que luego de mis correcciones antes de entregar un artículo, debería leer una vez más el título, subtítulo, el primer párrafo, las negritas y las leyendas de todo el artículo. Pues bien, en este diario sale cada cosa, que se nota que no hay la «última revisión», quizás no haya ninguna, además de las que hace el mismo redactor trasnochado. Veamos lo siguiente:
En cuatro líneas un sinnúmero de errores. El más anecdótico el híbrido entre Héctor Lavoe y Rubén Blades, cuando debió ser solo Rubén Blades. ¿Dónde está el corrector?
Me encomendaron que haga un diagrama de flujo editorial y lo hice. Como por cuestiones extraprofesionales ya no lo he presentado, pues se me ha ocurrido ponerlo aquí.
Para elaborarlo hice una investigacióon no tan ardua en Internet. Quizás si alguien me lo pide pueda poner los vínculos, pues he encontrado información interesante desperdigada sobre estos temas. Y si me señalan alguna dirección interesante sobre este tema, muchas gracias.
Aclarar que este es un diagrama de flujo perfectible nacido como una propuesta de estandarización de procesos que ya habían sido consagrados empíricamente en una determinada editorial. Quiero decir, que no me he basado en cuestiones teóricas del cómo debe ser, sino de orientar y definir procesos ya existentes. Sería muy interesante mejorar este trabajo poniéndole más variables y referencias a un manual de funciones (y este de la mano con un organigrama de jerarquías) donde se consignen las personas encargadas de cada proceso. Yo lo empecé a hacer pero se ha quedado inconcluso.
Otras herramientas necesarias para que funcione este flujo son los manuales de estilo, referidos al diseño como a la lengua, los manuales de corrección y las hojas de supervisión de los procedimientos.
Decir, además, que dependiendo de las empresas editoriales o de cualquier empresa que tenga que «publicar cosas», un diagrama de flujo editorial varía en varios sentidos. Puede ser que alguna privilegie el tratamiento del texto, como en una revista científica, por lo tanto el tiempo de revisión de este será mayor; o quizás, como en una cuidada revista comercial, el tratamiento de las imágenes y el retoque exija un equipo afiatado de diagramadores y diseñadores y, por consecuencia, el tiempo en esta etapa será mayor.
De todas formas, cualquier proceso editorial será en cuestiones «macro» de la misma forma así se utilice una Mac o una PC, utilicemos papel canson, fotolitos o CTP. Otra cuestión es el detalle, originalidad, dinamismo y/o matices que se puedan incorporar a un trabajo editorial. Esto solo lo puede brindar (hasta hoy es así, yo no sé mañana) el profesional humano.
Claro, por supuesto, la tecnología ayuda a que un proceso encuentre más fácilmente ciertos resultados. De acuerdo, pero eso se cumple cuando la tecnología cae en las manos adecuadas. Ya lo dijo el gurú José Martínez de Sousa en el ya lejano 1998 en el artículo Las nuevas tecnologías en el tratamiento de los textos (Los neotipógrafos). Esta realidad no ha cambiado y más bien diría que ha madurado: los procesos deben ser cortos, rápidos y simples.
«Recuerdo lo que leí en una viñeta cómica, en la que un padre le explicaba a su hijo que debería esforzarse en que sus palabras sean breves, sean amables, sean dulces... A lo que el niño preguntó: ¿Y por qué, papá? Este, con sabiduría, respondió: Por si un día te las tienes que tragar...»
Lejos de ser espacios geográficos improductivos, dichas zonas poseen un potencial aún mayor en cuanto a turismo y especies vegetales
No solo las tierras de Chavimochic son irrigadas con aguas provenientes del Parque Nacional del Huascarán. Doce áreas protegidas proveen del agua que requieren 376.411 hectáreas de cultivos del país.
Luego de un minucioso estudio se ha concluido que las áreas naturales protegidas aportan US$1.064 millones a la economía nacional.
Esas áreas no solo otorgan agua para regadío, sino también para consumo humano y generación eléctrica. Del mismo modo, generan ingresos por turismo y evitan la sedimentación de los reservorios y represas del país.
TESORO ESCONDIDO
En las áreas protegidas hay 2.500 especies vegetales, pero solo se conocen científicamente 250 de ellas. ¿Qué aporte a la medicina, a la alimentación o a la vida del hombre esconderán las 2.250 especies que no conocemos?
Adaptado de Álvaro Gastañadui. En: El Comercio, 31 de agosto del 2009.
P. S.: Pasa que lo edité para que salga en un libro, pero quisieron algo más actualizado... Lo pongo aquí para que no se pierda mi trabajito ;D y aprovecho para rendir un homenajito al cuidado de la Tierra en su día, que acaba de pasar.
Descubrí el fado hace unos cinco años. Me pasaron una canción de Cesaria Evora y me pareció tremenda. Impresionante... Empecé a buscar información y más música de ella y me gustó mucho. Sodade muy buena:
Me enamoré de Cesaria... Pero algo no cuadraba. Al volver a escuchar la primera canción que me pasaron, simplemente me di cuenta que no era la voz de Cesaria. ¡Ajá, a buscar de quién era!: Y era Madredeus y la canción se llamaba Alfama...
Y aquí una versión más teatral, quizás más emotiva:
Y no se queda atrás otra tremenda voz: Amália Rodrigues. La canción que más me gustó no sé cómo se llama (y mi nulo portugués no me ayuda a saberlo):
Vi el comercial de Movistar y me emocioné (la verdad, sin mentir, hasta las lágrimas). Muy bueno el trabajo de fotografía, de efectos, de edición, la música, las imágenes, la posproducción. Todo impecable...
Pasaron unos 22 segundos más o menos y algo (en mi cabeza) me dijo, ¿cuánto les habrá costado hacer ese comercial y ponerlo en los medios? Y ¿por qué mejor no invierten ese dinero para afinar a sus empleados y den un mejor servicio?
Sin ir muy lejos, la vez pasada pedí dos líneas telefónicas, de las dos solicitudes hicieron una coalescencia y solo se registró una para una dirección que no era. Hice nuevamente otra solicitud para un plan de llamadas ilimitadas a telefonía local y cuando me leen el contrato me salen con que son solo cien destinos y de ahí te cobran tarifa premium... «¿Así era?», pregunté (como estaba en lo de la grabación del contrato no me contestaron hasta que dije «sí, acepto»). «Así es» me dijeron... ¡Bah!, no quiero aburrir... después mi esposa llamó y le dijeron que así no era... Otro ¡bah! Y antes de eso me inscribí en el servico Mimail, un sistema que se supone me me envía por la módica suma de dos soles semanales mis mensajes de correo electrónico a mi teléfono celular. Pues bien, seguí los pasos para la inscripción y cuando por fin recargé y me hicieron el susodicho descuento nunca llegaban los mensajes al celular. Llamé para reclamar. Y en cuatro días han de solucionar la situación y me dieron un código que no apunté y ya olvidé. Por si acaso, no recargaré hasta nuevo aviso.
Aquí hay alguien que pensó y seguro que pasó por lo mismo que yo:
En mi país hubo hace un año o más creo, un mayúsculo problema con unos libros de la Editorial Norma sobre el tratamiento controvertido que se le dio a unos temas de subversión terrorista (hay que aceptar que lo que hubo en el país fue terrorismo, tanto de los civiles como del Estado).
Pero el problema no son solo los errores de ortografía como lo demuestra Susana Frisancho en su muy informado blog. En fin, las carencias educativas en todos los niveles son un tema recurrente e inconcluso en el Perú (¿estamos avanzando? Espero que sí).
Y bueno, escuché ese tema de los errores ortográficos y justo una compañera de trabajo tenía el diario La Primera de Lima, que trataba este tema: A ver me dije y miren lo que encontré:
En el gráfico el periódico denuncia muy orondo que hay tres errores, que están marcados, cada uno, con un ovoide rojo: 1) «lingúistica» 2) «solo» 3) «esta creo»
Mis ojos se quedaron clavados en los casos dos y tres porque... ¡Ahí no hay error!
Ya es una regla de hace varios años que solo no se tilda y que los pronombres demostrativos este, esta, etc., en función de sujeto, tampoco.
¡Hábrase visto!
Y, además, me parece que los diarios y afines (o quizás los editores, los jefes de prensa, los directores, cuando no los correctores si es que hay de estos medios) son los menos indicados para ejercer una cruzada contra las erratas, pues en mayor o menor medida hay una retahíla de errores no solo ortográficos, sino de sentido y hasta de diagramación, que aparecen unos más y unos menos.
Yo que soy lector usual de El Bocón (un diario deportivo, que mantiene algunos buenos redactores, aunque antes había mayor calidad), veo esta clases de gazapos todos las veces que lo leo (y si alguien quiere ver un ejemplo de cómo no se debe escribir y corregir una columna deportiva váyase directo a las horrorosas columnas del ex Niño Terrible Challe); lo mismo, aunque en menor medida, pasaba en PCworld de Perú y en La República, que también la leo y paro de contar porque no leo más de estas publicaciones...
En fin, lávense los pies antes de poner la pierna en alto...
«Ocurrencias» son pensamientos X que me asaltan y paranoicamente no me sueltan hasta dejarme casi exhausto y habiendo terminado de alguna manera, así sea en forma engañosa, la idea de la ocurrencia...
Ocurrencia 1)
Pérdida de connotaciones (de detalles lingüísticos o extralingüísticos) o matices en la comunicación = ruido comunicativo
Ruido comunicativo = ruido lingüístico + ruido extralíngüístico. (Acabo de hacer una búsqueda en Google, y como lo sospeché ya existe este concepto. En fin. Termino mi idea de todos modos.)
Así como el ruido de una fotografía, así existe el ruido en una comunicación. Este puede ser de diversas clases (físicas o mentales).
Dentro del ruido comunicativo mental pueden diferenciarse entre el originado en cuestiones síquicas emocionales o en respuesta a una lógica equivocada (pensamiento).
Diferenciación semántica (¿ruido semántico?)
Diferencia entre los campos semánticos (o semas diferentes) atribuidos o asimilados por un hablante/oyente frente a otro hablante/oyente.
La diferenciación o ruido semántico existe en el 100% de las comunicaciones.
Un ejemplo claro es cuando un alumno pregunta algo a un profesor y este contesta algo que el alumno no quiso escuchar. Luego el profesor dice «¿conteste tu pregunta?» y el alumno dice «claro, claro que sí».
Soy solo bachiller y es algo que me pesa desde hace un tiempo. Así que me he decidido a "sacar" mi título.
Y... ¿cuál es el problema?
Sucede que luego de haber trabajado tantos textos, asesorado tantas tesis de otros (además de redactar y hasta investigar), me encuentro con que no sé sobre qué investigar. Hace unos diez años me interesaban los temas de diglosia, contacto de lenguas y el español andino. Redacté algunas páginas sobre estos temas en ese tiempo. Pero luego, por cuestiones de trabajo, me zambullí en los temas normativos de los cuales ya no he podido salir.
Antes de esto, por influencia de mis estudios lingüísticos en San Marcos, disicriminaba los estudios prescriptivos, y privilegiaba la lingüística del habla, como bien me hizo diferenciar en una clase magistral el profesor Jorge Chacón Sihuay.
Ahora, con más bagaje y con más recursos —en temas de lingüística normativa, quiero decir—, me asaltan nuevamente mis antiguos argumentos. Pero bueno, dada mi realidad, de tener que estar fuera de casa más de 12 horas y llegar y «caballero» estar aunque sea un par de horas con mis hijos, no podría aventurarme a una ardua investigación de campo, que de hecho sería lo más conveniente para una tesis. En fin, tampoco es cuestión de desaprovechar lo que uno ha leído o ha podido deducir en estos años de contacto con diccionarios y manuales. El reto es hacer de lo que tengo un estudio académico, lógico e irrefutable en lo posible.
Era, exactamente, el 27 de octubre del 2006. No creo equivocarme si digo que a partir de este artículo, muchos se enteraron por primera vez de la existencia de un día de los correctores, tanto en España como en Perú y en otros países.
Y desde ahí, por efecto rebote, lo han empezado a recordar anualmente.
Mis amigos los estafadores siguen haciendo de las suyas. Parece que aquí usaron el traductor un poquito mejor que otras veces. Pero igual los resultados son risibles. Veamos al sensible maestro Gafariou (con comentarios críticos[a medias]):
M Gafariou Oketokoun De Cotonú (República de Benin) Supervisor / AFRICAN Inversiones (A.I.B) [¿y la "b" de dónde?] Dirección: Lote No. 240, Zona Residencial [qué linda dirección. ¿Será que en todo Benin hay una sola "zona residencial"]
Hola, Yo sé que mi mensaje se parece un poco extraño [una expresión tierna], pero tener corazón [más tierna. "Ponte la mano al corazón y otra al bolsillo derecho"], porque soy una persona real [estafador real, eso sí me doy cuenta]. Quiero que presten especial atención [ajá. Brillante recurso retórico] En primer lugar, quiero disculparme por mi intrusión en su privacidad [no te hagas el estrecho].
Llamé [Ajá. ¿doble personalidad?] hace M Gafariou Oketokoun, en el Departamento de Contabilidad y Censor Supervisor AFRICANO de Inversiones (AIB) Cotonou Bénin. Tengo una propuesta financiera de carácter confidencial a hacer. [sorry. Me cansé de comentar] Por favor, amablemente prestar atención al resto de este puesto, aunque este correo le parecerá extraño, quiero tu consentimiento. Una cuenta se ha abierto en nuestro banco en 1997, y desde 2005 no se llevó a cabo la operación. Esta cuenta muestra hasta la fecha en nuestros libros, una cuenta por pagar a una suma variable de ($ 7.500,000.000 EE.UU.) siete millones quinientos mil dólares.
Después de todo bien consultar los archivos y registros relacionados con esta cuenta, me di cuenta de que fácilmente podía disponer de ese dinero, si me las arreglé para su transferencia a una cuenta en el extranjero. Así que estoy buscando un socio discreto y honesto.
El propietario de esta cuenta era la PIKE finales cristiana, un expatriado director de la Gasolina-Servicios de apoyo técnico Inc. en Abidján, Costa de Marfil, ingeniero químico, murió después de un accidente de accidente del vuelo 522 de Hélios Airways, un Boeing 737 de la aerolínea chipriota Hélios Airways destino a Chypre República Checa agosto 14, 2005 ha Varnava. En general, en caso de que estos fondos se ejecutarán en beneficio del Tesoro Público como fondo no reclamados. De acuerdo con el gobierno después de un período determinado, a menos que se insistentemente reclamado por un familiar cercano del difunto.
Y nadie sabe hasta el día de la existencia de esta cuenta. Esta cuenta no tiene otro beneficiario en su familia y en su antigua empresa, me gustaría transferir este dinero en una cuenta en el extranjero, pero yo no conozco a nadie afuera. Tras la recepción de ese mensaje, por favor ponerse en contacto conmigo en: ogafariou@yahoo.fr
Entonces tuve la idea de ponerse en contacto con ustedes y hacer una propuesta para transferir esta cantidad a su cuenta bancaria a una parte igual del 50% que usted y yo. Me doy cuenta de que este mensaje te sorprenderá, porque no lo sé, pero asegúrate de que es una verdadera oportunidad que tenemos ante nosotros.
En espera de que releer el anterior por favor, acepte mis saludos más fraternos Y Dios bendiga a nuestro trabajo [sí claro, que lo bendige].
Mi hijo, cuando tenía 3 años y medio de edad más o menos, mientras veíamos unas imágenes de aves, nos tropezamos con el tucán. Yo le dije: —Se llama tucán. Me respondió: —Aaah, micán. No pude evitar reírme, pero le insití de varias maneras que debía pronunciar "tucán" hasta que lo hizo. Al otro día le mostré la imagen del susodicho pájaro y le pregunté: —¿Cómo se llama esta ave? —¡Micán!
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Tocan la puerta, abren, entra una señora. Mi esposa le pregunta a mi hijo (ya de seis años): —¿Quién ha venido, Fabio? —Es la señora... No me acuerdo bien cómo se llama... —Dime más o menos —Es la señora Sinsuelo —¿Quién dices? —Sinsuelo —¡Aaaaaaaaah, ya, es la señora Consuelo!
Mi padrino se llama Ernesto Hermoza y su hijo también. A este último le decían junior (no júnior) por obvias razones. Hasta donde lo vi y conversé con él (claro fue hace cuchocientos años, antes, incluso, que se trepanara la cabeza cayéndose de una moto cuando tenía alrededor de quince años) no tenía oficio u arte conocido. Luego, en un pestañeo, pasaron unos años: Ernesto Hermoza (el junior), convertido en excelente guitarrista flamenco.
Véanlo y escuchénlo (hay una parte donde toca el himno peruano. Muy emocionante y singular):
Me retrotrae a mi infancia. Aquellas canciones con las cuales mi abuelo materno (con quien vivíamos) se jaraneaba. Estaba la radiola en la sala y los LP girando. Recuerdo en especial, no sé muy bien por qué El congorito. Recomiendo también (claro es mi gusto) la Canción del carnaval, El palmero, y Cuando me quieras.
Me ha dado remordimientos mencionar en primer lugar a un puertorriqueño, antes que a un peruano. En fin, que yo no soy dueño de mis recuerdos o mejor dicho que yo no escogí el medio donde me desenvolví.
Sea, mencionaré a un tremendo artista, creador de La matarina (no me queda claro si él fue el "creador" de esta clase de coplas tan famosas en mi país o si, más bien, recogió y matizó aquellas en una composición musical [aquí —y en muchas situaciones dudosas parecidas— extraño a Carlos Leyva Arroyo, antropólogo, musicólogo y buen amigo, quien siempre tenía el dato preciso]). Hablo del Indio Mayta, cuyo nombre real es Miguel Angel Silva Rubio:
En mi infancia, niñez y adolescencia debo haber escuchado inconscientemente a Ángel Luis Canales, El Diferente. En mi surquillo natal (un populoso distrito limeño), tan barrio, tan sucio, tan peligroso, tan alegre, así como otros tantos tan, existe (¿existía?) una tradición salsera de viejo cuño. Eddie Palmieri, Larry Harlow, Tito Puente, Héctor Lavoe y un largo etc., además de Canales acompañaban cualquier fiesta o tono, donde el trago de dudosa reputación, pero excelente para deshinibir los pies y la lengua, se pasaba de mano en mano.
Ídem que la entrada anterior. Recuperado del caché de Google. Hay algunos datos que se deben actualizar, en especial las referencias a la Fundación Litterae. Esto se publicó el 27 de octubre del 2006. No puedo dejar de mencionar que Silvia Senz revisó, corrigió, pulió e hizo los vínculos que ahora no aparecen.
EN EL DÍA DEL CORRECTOR DE TEXTOS
La Fundación Litterae[1] instaura como el día del corrector el 27 de octubre.[2] Y no porque esta institución lo haya querido consagrar habría uno de seguir sus pasos. No. Creo que esa rara avis, figura casi siempre anónima y mal pagada (monetaria y moralmente) merece en tierras gauchas, como aquí y en cualquier lugar, un reconocimiento especial.
En el mundo existe una tendencia hacia una disminución absoluta de los índices de lectura.[3] El Perú no es ajeno a esta propensión, y ahora los tipos de personas que antes leían están más habituados al discurso audiovisual que al «monótono» transcurrir de cadenas y cadenas de letras.
Para añadir un poco de ají al asunto las grandes editoriales miden sus costos basados más en la cantidad de marketing —mercadotecnia, insiste el corrector, aunque ni caso le hagan— a invertir que en la calidad del texto.
En este contexto exigente, dados los pocos lectores potenciales, se privilegia al autor que redacte «bien» y que sepa utilizar el corrector ortográfico del supremo Word. No hay problema, se democratiza la producción de literatura, en el amplio sentido de la palabra. Personas que no habrían sido «autores» en otros tiempos ahora lo son a mucha honra. Incluso, hay autoeditores y profesiones en formación que reclaman nuevas posiciones a las tradicionales en la industria editorial, todo ante la insurgencia de la PC y la Internet.
Pero estas bondades de la tecnología han confundido a no pocas personas que ven como los bits, letras y tamaña información vuelan inasibles de clic en clic.
Y pues, surgen, irremediables, las paradojas. Escritores con algo que decir que manejan insuficientemente la gramática y ortografía tradicional de la lengua española. Editores apurados en «sacar» el producto, apremiando a los correctores (si es que tienen la mínima decencia de contratar uno) en tiempos y en precios. Periódicos abrumados por las rotativas de última generación que tiene el diario vecino y que termina saliendo primero al mercado.
¿Quién sufrió los ajustes?, ¿qué eslabón se rompió?
El de corrector de textos —también llamado corrector de estilo o corrector tipográfico, según corrija originales o pruebas—, aquel que cuida que un texto llegue a los lectores bien escrito, o sea, el encargado del control de la calidad. Resultado: erratas morrocotudas (véanse, por ejemplo, «Esa carie de los renglones llamada errata», o «Don Joaquín y las erratas») párrafos abstrusos, datos falsos, a los cuales no escapan ni los diarios más serios (aquellos que no han dado forata [¿de dónde habrá salido esta palabra?] a todo el equipo de corrección de pruebas y mantienen a uno que otro ojo acucioso maltrecho por ahí).
Los redactores y editores por jubilarse y otros de no tanta edad recordarán a aquellos seres mitológicos pertrechados con raros instrumentos (como el tipómetro, por ejemplo[4]), habituados a luchar con los errores. Aún así, en esos tiempos, como hoy, las erratas eran despiadadas y no hacían distingo por raza o creencia. Pero, al menos había el intento de acabar con ellas.
En esta línea son de destacar iniciativas como el «Manifiesto de los correctores de español», o la que en Uruguay ha iniciado una solitaria correctora llamada Pilar Chargoñia, en busca de «la expedición de un título de idoneidad como corrector de textos (ortotipografía y estilo)».
¿El Perú? Bien, gracias, cuña’o. Sé con’ciente, pe, varón… lo justo, ponte una mano al bolsillo derecho y otra en el corazón.
Mejor termino como dice (¿o decía?) el epígrafe de Addenda et Corrigenda, citando a Antonio Machado: «Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas».
¡Feliz día, corrector!, en donde estés.
________________________________________ [1] Institución argentina, nacida, como en su página web puede leerse, para difundir el uso correcto del idioma español. También forma correctores del idioma español. (Para acceder a la lectura sin signos intrusos hay que configurar el explorador web al código griego.) [Ahora ya no es necesaria esta atingencia] [2] «La elección del día se debe al del nacimiento del humanista holandés Desiderio Erasmo de Rotterdam (1467-1536), quien también se desempeñó como corrector.» Hay también un imperdible artículo sobre los correctores, aunque, paradójicamente, con algunas erratas tipográficas [Se hacía referencia a un artículo que aparecía en Litterae, cosa que ya no ocurre]. [3] Aunque cabría hacer la pregunta de qué índices habría que bajar en el Perú cuando nunca los tuvo altos. [4] «¿Quién sabe hoy qué significan palabras como corondel, regletas, lingotes, galeras, galerines, filetes, orlas, chaflanes, lutos, hombrillos, componedores, chibaletes, platinas, serpentines, matrices... Palabras en general de origen latino o grecolatino. La misma unidad de medición es hoy agua pasada. El tipómetro era la vara de medida, el cícero la unidad. ¿Cuánta gente sabe hoy qué es un cícero? ¿Y cuánta cuál es su correspondencia en unidades decimales? Hoy día se mide en puntos y milímetros.» (Ángel Zoco Sarasa, jefe de Archivo y Documentación del Diario de Navarra: «Los procesos de cambio tecnológico y su repercusión en el entorno de los medios de comunicación escrita. Un estudio de caso: Diario De Navarra (1903-2004)»)
Este articulito salió publicado en un blog llamado Addenda et Corrigenda, dirigido por la siempre inquieta, perseverante, inteligente, íntegra y algo malhumorada (eso me lo supongo gratuitamente, pues no tengo el gusto de conocerla, jeje), Silvia Senz Bueno, a quien le he perdido el rastro así como al blog que mencioné. Claro, detrás también había gente muy capaz (ya hablaré alguna vez de estas personas).
Bueno, como ya no veo publicado en la red el artículo que menciono, me permito ponerlo por aquí, rescatado del caché de Google. Va:
SER CORRECTOR DE TEXTOS EN EL PERÚ
I Según el DRAE: Redactar. (Del latín redactum, supino de redigěre, compilar, poner en orden). tr. Poner por escrito algo sucedido, acordado o pensado con anterioridad.
Corregir. tr. Enmendar lo errado.
Redactar no es sencillo. Supone, en primer lugar, un proceso mental de «ordenamiento» de las ideas (o de la información) y trasladar estas a un formato escrito. Y como las ideas no van a dejarse atrapar fácilmente y menos ser cohesionadas en un todo analizable, el redactor luchará por domesticarlas para que luego puedan servir fielmente a alguna argumentación, ensayo, etc.
Si bien existen redactores muy experimentados que pueden escribir sobre algún tema de corrido y con poquísimos errores, lo que es exactamente lo contrario suele verse más a menudo.
La demanda de información en una sociedad globalizada ha hecho que cantidades monumentales de datos se emitan cada día desde fuentes hace unos años inimaginables. Y como en cualquier fenómeno humano, solo unos cuantos canalizan, aprovechan y, muchas veces, distribuyen los esfuerzos e información relevantes. Otros tantos se pierden en rumas de libros por leer, en promesas hechas a amigos de hacer clic en sus enlaces de páginas web, en diarios y suplementos muy interesantes guardados en el segundo cajón de la derecha, esperando aquella hora libre que nunca llega. Y otros muchos, rendidos o siempre hechos a un lado, se limitan a ver, como los niños los aviones, los libros, revistas y webs que cruzan por tantas dimensiones.
Pero es evidente que en esa gran cantidad de papel y bytes producidos hay meras refundiciones o viles copias de otras ediciones, que por decirlo tajantemente nunca debieron ser publicadas.
Así las cosas, las editoriales, aplicando modernísimas técnicas de mercadotecnia, apuestan por llenar estantes y más estantes con novelas posmodernas (léase, mejor, novelas rosas recargadas), con híbridos detectivescohistóricos, y también con textos New Age, esos que te dicen cómo encontrar la felicidad debajo de aquella piedra en forma de estrella que siempre ha estado en el parque a dos cuadras de tu casa.
¿Pero es que no hay lectores exigentes?
Bueno, esa pregunta, en el ámbito mundial, no sé quién la responderá, pero en el Perú, simplemente no los hay (o los hay tan pocos…).
II
En los tiempos que yo estudiaba en la universidad, había una pregunta que me hacían en cualquier reunión y que llegó a tener para mí visos de drama. —¿A qué te dedicas? —me preguntaban. A lo que yo, al principio, invariablemente respondía, orondo: —Estudio lingüística. La respuesta del interlocutor variaba: 1) [Boca abierta y ojos idos:] ¿Y qué es eso? 2) ¡Ah, ya, profesor de lengua! 3) ¡Ah, entonces tú sabes hablar muchos idiomas! 4) [Y el más acertado:] ¡Ah, lenguaje! ¿Y para qué estudias eso?
Dos años, aproximadamente, intenté explicar qué era la lingüística, su campo de estudio, etc. Luego, como no tuviera resultados en mis explicaciones (en verdad, muchos de mis compañeros de escuela tampoco entendieron nunca qué era la lingüística), opté por responder afirmativamente a cualquier respuesta:
—¿Eres profesor? —Sí. —¿Hablas muchos idiomas? —Oui. —¿Y qué es eso? —Exacto, tienes toda la razón. (La pregunta 4 hasta ahora no he podido contestarla.)
III
Han pasado los años y ahora soy corrector de textos en una universidad (que quiere decir ahí: leer, rerredactar, pasar correcciones, maquetar e imprimir). La vez pasada, luego de casi un año de comprarle a la misma señora de la vuelta un par de cigarros para luego del trabajo, se animó y me preguntó:
—¿Y en qué trabaja en la universidad?
Antes de ponerme a pensar en la respuesta le dije: —Corrijo y edito textos. —¡Ah ya! Usted es profesor. (¡Ay, no!) —No, yo me encargo de..., cómo le digo, hacer los libros, o sea… —¡Aaaah! Usted escribe los libros. (Yo pienso: «¡Pucha!».) —Esteee, mire, yo…, sí, seño, tiene razón, fíeme dos cigarritos hasta mañana, ¿ya? ¿Y qué tal, cómo le va en la venta? —Ahí, joven, más o menos…
Bueno, habrá quien me diga que la señora no tiene por qué saber lo que es un corrector o un editor. Claro, toda la razón. Pero esta clase de anécdotas solo ponen de relieve estos hechos:
•El corrector de textos (o de estilo) es una figura casi desconocida en el Perú.
•En nuestro país, el 26 % de personas en edad de leer no lo hace nunca. Además, el 45% de los que leen lo hace apenas dos horas a la semana.
•El corrector se ha visto desplazado de los pocos lugares en que tenía su sitio ganado (editoriales, diarios, revistas) y se ha trasladado la responsabilidad del cuidado de los textos a los redactores, con ayuda de programas informáticos.
•La inexistencia de instituciones que formen a un corrector o editor. Hecho que, llegado a extremos, hace que, con honrosísimas excepciones, no se respeten las tradiciones tipográficas (actitud no debida a una rebeldía hacia «normas colonizantes» sino a la mera ignorancia) y las normas ortográficas en libros, periódicos y toda clase de textos.