miércoles, 8 de julio de 2015

Por fin, he madurado. Antes el suicidio me provocaba un conflicto. Lo aborrecía, lo quería; me asustaba, me seducía. Por último, quedaba flotando una agridulce sensación autocompasiva, tal cual un cansino estribillo de alguna canción que alguna vez te gustó. 

Ahora, el suicidio se me asoma tranquilo. Como una almohada con el dulce aroma del cabello materno, al final del día. Un descansar ya, que es hora.